Desescolaricémosnos: escenarios alternativos de la educación en el siglo XXI

Por Joaquín Rodríguez (Teamlabs).

En el texto promovido por la OCDE Scenarios for the Future of Schooling^⁠1, publicado en el año 2001, posteriormente ampliado y enriquecido en el informe Think Scenarios, Rethink Education^⁠2 publicado por la OCDE en el año 2006, se dibujaban tres posibles escenarios del futuro de la educación y las instituciones educativas:

• Un primer escenario, el más común y habitual de todos, el que generan las inercias adquiridas dentro de cualquier institución, es el del status-quo extrapolado, el de un pasado que pretende perpetuarse de manera permanente. Multitud de factores, en el ámbito educativo, contribuyen a que ello suceda: las políticas de la era industrial, diseñadas para proporcionar instrucción de manera masiva y eficiente; los sistemas de evaluación estandarizados y y de medición basados en pruebas cerradas y escasamente significativas; las prácticas docentes basadas en la transmisión unilateral de conocimiento; el peso de la industria editorial y del formato del libro de texto como soporte sobre el que se desarrollan los contenidos curriculares obligatorios; las preferencias de los padres, que alientan a sus hijos a seguir el camino que ellos siguieron para reproducir o mejorar su misma condición social y profesional.
• Un segundo escenario sería el de reescolarización, la refundación consensuada de una institución como un espacio abierto a su entorno, centro cívico y social, centro por tanto de su comunidad, financiado por unas administraciones públicas preocupadas por procurar una educación igualitaria y de calidad. Cada escuela persigue desarrollar el talento de cada alumno, independientemente de su origen social, para lo que diseña planes de acción y de centro donde se define claramente la manera en que se estructura el currículum, las formas de cooperación y trabajo compartido, el empleo del tiempo y, finalmente, las aspiraciones últimas.
• Un tercer escenario sería el que se denomina, no sin cierta ambigüedad, de una cierta desescolarización, lo que no debe entenderse como el fin de la escuela ni como una externalización sistemática hacia un sistema de homeschooling. La idea de este escenario es que la evolución de la sociedad lleva a que sistemas educativos fuertemente institucionalizados y burocratizados, en buena medida anquilosados por la rigidez de sus estructuras e inmóviles por el peso de sus organizaciones, den paso a sistemas más diversificados, en parte privatizados, comunitarios y, sobre todo, informales, con centros educativos que ofrecen múltiples alternativas de aprendizaje para responder de manera eficiente a demandas específicas.

Este último escenario, el de la desescolorización, el de la desacademización de la enseñanza, es mucho más que una moda pasajera, que una mera novedad transitoria: en junio de 2014 la revista The Economist^⁠3 dedicaba su primera página a la destrucción creativa de las universidades, de las instituciones de enseñanza superior. Su diagnóstico, parcial, se basaba en la inviabilidad económica de un modelo de enseñanza que requiere de una inversión intensiva en tiempo y en personas, en programas de seguimiento y atención personalizados por parte de expertos y docentes. Si bien en su dictamen mencionaba alguna de las iniciativas de autonomía y autoorganización que la red propicia y que podrían convertirse en una alternativa informal plausible, lo cierto es que terminaba decantándose por el papel creciente de los MOOCs^⁠4 como fórmula de abaratamiento masivo y de incremento de la accesibilidad a los estudios superiores. Su razonamiento y diagnóstico, por tanto, se centraba en encontrar alternativas de financiación y difusión para un modelo económicamente insostenible.

Hacia ya bastante tiempo, sin embargo, que habíamos identificado las falacias de la educación superior. Moisés Naím nos había ayudado a entenderlas en Universidades: cuatro mentiras^⁠5:

1. La educación es prioritaria: discurso tan reiterado como sistemáticamente incumplido y diluido en la asignación de recursos y esfuerzos;
2. La educación superior es la ruta hacia mayores ingresos: el caso de España es muy revelador: es uno de los países europeos con más población universitaria y más graduados de promedio de Europa, pero el 40% de estos profesionales está subempleo y el 12% sin trabajo […] en ciertos casos un diploma no es el camino a la prosperidad, sino una costosa pérdida de tiempo;
3. Las universidades tienen mucho que ofrecerle a la empresa privada: a nivel mundial, los casos en los que hay una provechosa relación entre academia y empresa son más la excepción que la regla;
4. Los estudiantes y profesores universitarios son agentes de cambio social: los académicos suelen ser muy revolucionarios con respecto a la sociedad en la que viven y muy conservadores con respecto a la organización que los emplea.

Todo esto, acababa describiendo Naím, “va a cambiar. En la próxima década las universidades van a experimentar más transformaciones de las que han vivido desde el siglo XI. Internet y otras fuerzas sociales y económicas se encargarán de ello”.

La crisis indefectible de las instituciones de enseñanza (sobre todo superiores, si cabe) es mucho más estructural y profunda que la descrita y percibida por The Economist, por tanto. En un artículo escrito por Marina Garcés^⁠6, titulado Educación y emancipación, ¿de nuevo?^⁠7, se realiza un análisis certero y definitivo de la transcendencia de la crisis y de la inminencia y necesidad del cambio:

Hay un punto de partida evidente que explica esta proliferación de propuestas educativas: la insuficiencia de las instituciones académicas actuales, ahogadas en un proceso de mercantilización y de nueva burocratización que está produciendo una verdadera asfixia sobre el aprendizaje, la creación y el pensamiento. Sólo “se oferta” aquello que puede ser evaluado positivamente, sólo se enseña lo que tiene suficiente demanda, sólo se escribe lo que puede obtener el correspondiente índice de impacto, sólo se crea lo que el mercado acoge.

En estas condiciones, escribe Garcés, la reacción parece obvia:

o huir a toda prisa o crear otras condiciones y configurar esos espacios en los que sí sea posible hacerse críticamente las preguntas ¿qué queremos saber? ¿cómo aprender? ¿para qué? Abrir, por tanto, espacios en los que aprender, enseñar, pensar, escribir y crear, espacios donde exponerse a lo imprevisto, a lo desconocido, a la zozobra, a la experimentación que no se protege bajo resultados ya preestablecidos. En definitiva: espacios donde abrir preguntas que realmente importen y compartir saberes que verdaderamente nos afecten.

Lo que la OCDE tildaba, no sin cierta ambigüedad y displicencia, de desescolarización, es algo más que una renuncia o un abandono: es la construcción de una nueva realidad educativa que aspira a desarrollar ideas y formas de intervención crítica “desde las que implicarse en un mundo común y que apunten a la transformación de nuestras vidas”. Nos encontramos, al menos, con tres escenarios, a menudo complementarios, que dibujan esos nuevos espacios y establecen las nuevas condiciones de la educación:

1. La educación como colaboración horizontal en red propiciada y potenciada por Internet y las tecnologías digitales que facilitan el acceso ubicuo a la información, simplifican el trabajo cooperativo y aceleran el intercambio. En última instancia, el uso de la red va más allá de su aspecto meramente funcional: lo que pretende e impulsa es la puesta en cuestión de las formas de legitimación, transmisión y producción del saber, algo que se pone en evidencia en fenómenos el de la ciencia y el conocimiento abiertos;
2. La educación como revitalización de la participación democrática de la ciudadanía para la construcción de un sentido compartido y comunitario encarnado, sobre todo, en lugares concretos, en la transformación de espacios urbanos, sociales, culturales o de cualquier otra índole;
3. La educación como autoformación, como intercambio entre particulares, como fórmula de permuta de conocimiento entre iguales, como búsqueda activa e individual más allá de lo que las instituciones consideren que es pertinente aprender, la educación como responsabilidad soberanamente asumida por cada cual.

TEAMLABS/ aspira a situarse y construir en ese nuevo y prometedor espacio de desescolarización, de transformación de las estructuras de educación tradicionales, de mutación de las formas de legitimación, transmisión y producción del saber convencional, en beneficio de una educación entendida como colaboración, como participación comunitaria, como autoorganización.

Ver nuestro Manifiesto por una nueva educación

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¹ http://www.oecd.org/site/schoolingfortomorrowknowledgebase/futuresthinking/scenarios/38967594.pdf

² http://www.oecd-ilibrary.org/education/think-scenarios-rethink-education_9789264023642-en

³ http://www.economist.com/news/leaders/21605906-cost-crisis-changing-labour-markets-and-new-technology-will-turn-old-institution-its

⁴ http://es.wikipedia.org/wiki/MOOC

⁵ http://internacional.elpais.com/internacional/2013/03/02/actualidad/1362257336_114863.html

⁶ http://www.marinagarces.com/

⁷ http://www.galde.eu/educacion-y-emancipacion-de-nuevo/